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La expresión de que “el sueño alimenta”, en alusión a las virtudes del buen y plácido dormir para el desarrollo de los bebés, no sólo se aplica a las primeras etapas de la vida, sino que además puede hacerse extensiva a toda nuestra existencia, convirtiéndose en “si duermes bien, te alimentas mejor”.


Lo sugiere una investigación americana de la División de Medicina del Sueño de la Universidad Harvard, en la que participaron 542 empleados que trabajan hasta tarde y tienen turnos irregulares. Según ese estudio, dormir lo suficiente podría hacer que se tomen mejores decisiones para comer y se elijan alimentos más saludables.

“La duración y la calidad del sueño contribuyen a las tendencias a padecer enfermedades crónicas. De hecho, la alteración del sueño ha sido relacionada con el aumento de peso, la diabetes y la mortalidad prematura”, según los expertos estadounidenses.

Por su parte, según los autores del estudio publicado en la revista ‘American Journal of Public Health’ (Periódico Americano de Salud Pública), es más probable que aquellos que duermen bien también coman bien, ya que dormir lo suficiente podría hacer que las personas decidan mejor y se decanten por las opciones más saludables en materia de alimentación.

Un sueño de larga o corta duración predice un mayor riesgo de sufrir obesidad, según un estudio de la Universidad Laval en Québec (Canadá), centrado en 276 adultos de entre 21 y 64 años, en quienes se estudiaron su constitución física, duración del sueño cotidiano y cambios en los índices de grasa corporal.

A lo largo de seis años, las personas con periodos de sueño más reducidos y de más duración eran un 35 y un 25 por ciento más propensas a ganar cinco kilogramos, respectivamente, en comparación con quienes dormían entre siete y ocho horas.

Según ha explicado el investigador Jean-Philippe Chapul, autor del estudio, “hemos encontrado evidencias de que tanto los periodos de sueño largos y cortos predicen un mayor riesgo de ganancia de peso y grasa corporal en los adultos”.

Por consiguiente, una de las claves para evitar el sobrepeso, además de seguir una dieta baja en calorías y realizar ejercicio regular, consiste en no dormir menos de siete horas ni más de nueve por la noche, ciñéndose en lo posible a las ocho horas de descanso nocturno recomendadas por los expertos.

Para la nutricionista danesa Arne Astrup, experta de la Asociación Internacional para el Estudio de la Obesidad e investigadora de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), “probablemente una buena noche de sueño puede ayudar a adelgazarnos” en cierta medida.

La doctora Astrup es una de las principales defensoras mundiales de la teoría de que el sueño está sumamente ligado a los mecanismos de control del apetito y que podría llegar a convertirse en una nueva arma para combatir la obesidad.

EL VÍNCULO SUEÑO-APETITO.

La investigadora basa su defensa de esta innovadora hipótesis en una considerable cantidad de evidencia científica que demuestra que dormir bien es un factor clave para regular el apetito, según ha explicado en el diario ‘The Washington Post’ (TWP).

Un estudio a largo plazo efectuado por investigadores británicos con 7.000 niños ha desvelado que la cantidad de tiempo que los pequeños duermen en su época preescolar puede, por sí sola, predecir su peso cuando tengan siete años de edad.

Según el trabajo publicado en la revista ‘British Medical Journal’ (BMJ), aquellos que dormían menos de 11 horas por las noches a los 2 años y medio de edad eran más propensos a estar obesos a los 7 años, comparados con los que dormían 12 horas o más.

Respecto de los adultos, la doctora Astrup trae a colación una investigación alemana en la que han participado 8.000 mujeres y hombres con problemas de sueño, la cual ha demostrado que ello se relacionaba con aumento en el riesgo de obesidad y el desarrollo de la diabetes tipo 2 (asociada al sobrepeso).

Aunque no está claro por qué el sueño tiene repercusión en el peso y la diabetes, según la doctora Astrup, ello podría relacionarse con las hormonas leptina, grelina y cortisol, las cuales se ven alteradas por la falta de sueño y que a su vez intervienen en la regulación del apetito.

Para la investigadora danesa, este fenómeno también podría deberse “a que dedicar más tiempo a dormir significa dedicar menos tiempo a comer”, y a que “la falta de sueño puede ser una señal de estrés, el cual promueve que se coma en exceso”.

La relación entre descanso y alimentación es bidireccional: ya que el sueño no sólo afecta la alimentación, sino que, a la inversa, la forma en que nos alimentamos influye en cómo dormimos.

Para prevenir las alteraciones del sueño el doctor José Valdizán, jefe de Neurofisiología del Hospital Miguel Servet de Zaragoza (España), aconseja “no acostarse con hambre ni después de una comida muy pesada o copiosa, ni tampoco consumir café, alcohol, té, refrescos, tabaco o cacao, que funcionan como estimulantes, antes de irse a dormir por la noche”. También resulta aconsejable cenar dos horas antes de ir a dormir.

Otras medidas que aconseja el experto para conciliar el sueño naturalmente y dormir mejor son “evitar que lleguen ruidos o luz en exceso al dormitorio, no trabajar hasta última hora ni efectuar, antes de dormir, tareas que requieran una concentración mental”.

También ayudan a un mejor sueño -según el doctor Valdizán- dormir en una habitación bien ventilada, mantener horarios regulares, evitar el exceso de frío o calor en el ambiente en que se duerme, practicar ejercicio físico regular y moderado y no permanecer largo tiempo despierto en la cama.

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